Maldigo los inviernos,
a los sueños, a las rosas y a los vientos.
Maldigo los recuerdos,
las afrentas, las mentiras y a tu alma.
Maldigo cualquier fuego
que ardiera en mi entraña
de cuando fue tu nombre palabra.
Maldigo tu primavera
las noches en vela y a tu piel compartida,
y me abandono a las entretelas
de la noche perdida,
sin norte, sin camino ni esperanza;
Y me voy, maldiciendo el camino
y tu huella.
Y maldigo también los recovecos
de los ojos que mintieron en negro,
a las manos rotas urdiendo utopías,
al tiempo inerte congelado en letra,
a la tortura de la promesa y el juicio…
Maldigo tu hipocresía falsa.
¿Y tú me llamaste hielo...?
¿Tú, que siempre has sido escarcha?