Entonces, que sea el silencio
lápida que selle los labios,
condenados por su letra grabada
a enmudecerse en el tiempo.
Hállense solo cadáveres
en la tumba de cada verso
bajo la cruz oxidada de la palabra
escrita y confundida ya en la sombra;
Solo viento helado donde antes hubo aliento.
Sea el silencio la replica exacta
de cada rezo, de cada herida,
bandera de guerra siempre erguida
y respuesta muda en los ojos,
la piel y los huesos.
Háganse las horas, los meses, los días,
aliados impertérritos del verbo
que fuera esperanza y vida:
Este verbo de tu nombre, convertido a despojo muerto.
Sea este silencio, y de ahora en adelante,
genuina letra en el tiempo final de la boca
- afónica perpetua y rendida -
y pronombre identificativo de nuestros cuerpos.
Entonces, que sea mi silencio
único alimento en la despedida,
aquella en la que nunca hubo adiós
y sustitúyase cada mota, cada fibra,
cada resto del recuerdo
en una sola gota perdida -por siempre-
en el océano gris de todos los demás silencios.